Chiquirriticos musicantes: hacer/pensar de la palabra para niños

Con una ternura que puede hacer llorar al lector más sensible, Carlos Ildemar nos delega su Chiquirriticos musicantes (Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2010) como una propuesta poética de sonoridad, casi cántico, con la realidad poética que el creador a gestado en su emoción de ser-hacer niño.
El poeta, en el primer rapto, nos da su prologo.

“Un prólogo así de nada
una milésima de prologada
Chiquirriticos musicantes
de tamaño invisible
fenomenales habitantes
que andan sin ser vistos
y cómo son de importantes”

Hay que tomarle la palabra al poeta: “que andan sin ser vistos / y cómo son de importantes”, para empezar a leer los textos, que en su pequeñez, nos mostraran la hondura de su fuente. En el texto viento trampolín “desde lo alto de la uña del meñique / de cabeza el viento / lento pero lento / se va pique” la música nos va llevando en un develar pensado para que el niño vea como, en la realidad poético, el viento ve. Una montaña rusa, una paracaídas, un viaje lentísimo, pero a la vez veloz, quizá, sólo el viento que nos toca el rostro en el parque y nos atrapa. Hay toda una siembra de historia en el texto. El poeta pone al personaje. El niño, que con cuidado leerá el texto, pondrá la imaginación.

 

Pan y cero

Morona a morona
el pan se desmorona
de los pies
a la corona

Dulcero

Tú puedes ser su dueño
azúcar un grano
endulce risueño
dulcísimo enano

Mil arroces miles

Tú a quien sea
haces agua la boca
de piedrita pasas a algodón
cuando te toca
aunque chiquito
tú solito
calmas al mayor tragón
su hambre más loca

Vuelo bucal

El maíz
no se cansa de esconder
en su asoleada raíz
grano a grano
gallitos blancos
con sabor a verano

 

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